Hasta
aquí he llegado.
Son
algo más de 12 años los que he mantenido este blog y 120 post sobre
adolescencia, juventud, participación, educación social y políticas de juventud
hechos desde la subjetividad de dedicarme a ello durante los últimos 40 años.
Una opinión honesta, a veces visceral, sobre lo que pienso y he sentido en este
bendito trabajo.
Últimamente
no he escrito mucho en él, pero me daba por satisfecho porque el volumen de
entradas seguía siendo alto, incluso sabiendo que solían ser vistas en
distintas formaciones dedicadas a la capacitación del oficio. También he comprobado
en distintas ocasiones como algunos profesionales (¿?) han fusilado los posts
sin ni siquiera decir su procedencia. En fin, ya sabemos que sinvergüenzas hay
en todos lados.
Por
supuesto que sigo en la brecha, pero he decidido que el blog ya ha cumplido su
función y llega el momento de dejarlo. Seguirá abierto para quien pueda
aprovecharlo, pero cerraré comentarios y no volveré a publicar nada.
Y
claro, antes de irme quiero dejaros unas últimas reflexiones.
Os
mentiría si no dijera que dejo el blog con un mal sabor de boca. Nunca ha
estado peor el tema de las políticas de juventud. Siguen sin creérsela quienes
desde las distintas administraciones públicas han de procurarlas. La crisis del
2008 y luego la pandemia han terminado por cargárselas. Parece que estuvieran
deseando que algo ocurriera para no volver a invertir en ellas.
Asisto
atónito como se desmantelan presupuestariamente a muchos departamentos de
juventud de comunidades autónomas y ayuntamientos sin que parezca importar
nada. Incluso, están cada vez más en desuso las concejalías de juventud que
ahora, como por ejemplo en Murcia, se denominan de talento joven. Lo que
importa es que todo aquel que quiera ser famoso y no pueda ir a los programas
de televisión tengan un espacio en su pueblo para intentar serlo.
Muchos
políticos son los que no dan importancia a las intervenciones en el desarrollo
de habilidades, en promoción de la participación juvenil con fórmulas actuales
y no con el intento de recuperar el asociacionismo juvenil que pasó a mejor
vida hace demasiados años.
Tampoco
creen que deban tener especial atención los y las jóvenes con menos
oportunidades, que se creen servicios estables sobre salud mental, sexualidad,
asesorías para grupos que quieran poner en marcha un proyecto en su comunidad,
movilidad juvenil, atención en centros de educación secundaria por parte de
educadores sociales y un sinfín de programas y proyectos que cuando se han
puesto en marcha han demostrado su valía.
Ahora,
las políticas de juventud son actos. Un concierto, un apocalipsis zombi, una
carrera de colores o contratar por una pasta a un influencer para que
llene un auditorio de chorradas.
Es
lo que hay. Que no cuenten conmigo.
Por
suerte, todavía hay administraciones que lo intentan y buenos profesionales que
son capaces de proponer e intentar convencer a sus políticos sobre las
actuaciones que tienen sentido y coherencia y las que no. Siempre he entendido
que esa es también nuestra función. No podemos callar por que un político
recién llegado crea que sabe más que nadie cuando no tiene ni idea y lo
mejor que podría hacer es pedir opinión técnica sobre lo más apropiado para cumplir un
objetivo. Su tarea es marcar objetivos no diseñar actividades y si lo que
quiere es montar actos para eso no hace falta tener personal técnico
cualificado. Cualquiera puede hacerlo, solo necesita tener un teléfono, llamar
a una empresa y que se lo monte. Para eso, posiblemente, sí que haya pasta.
Como
decía, me quedan aún unos cuantos años para seguir en la brecha allá donde me
requieran y haya un proyecto o una formación que tenga sentido. Para eso,
podéis seguir contando conmigo.
Espero
que este blog haya sido una herramienta útil y haya provocado la reflexión y el
debate. Ese era su principal objetivo hace 12 años y ha seguido siéndolo hasta
el día de hoy.
Muchas
gracias y nos vemos en el camino.