El
otro día publicaba esto en twitter: “#leydeasociaciones
de 2002 es un muerto. Una de dos: o enterramos al muerto y creamos nuevas
estructuras participativas o le ponemos un gotero al muerto.”
Tras
ello hubo algunos intercambios de impresiones con tuiteros pero no tanto como
creía. No sé si es que no le interesa a nadie, ni siquiera a las asociaciones.
Las
asociaciones siempre han sido mi vocación, antes incluso que un presidente de
una ONG me dijera que ellos no eran una asociación que eran una ONL. Me lo puso
a huevo: “Pues ve -le dije- al registro de ONL a ver si existe ese engendro", al
que, por otra parte, no me extrañaría que pusieran en marcha viendo la
ineptitud y la dejadez de los que nos mandan y su interés por la participación.
A
lo que vamos.
El
asociacionismo como cauce de la participación social está muerto. ¡Ojo! He dicho
el asociacionismo no la participación social. Las estructuras no valen
eternamente salvo para los dogmas. Y las estructuras de la que nos habla la Ley
de Asociaciones de 2002 están muertas. Ya lo estaban, en definitiva son las mismas
que marcaba la Ley de 1964.
Si
mucho del asociacionismo existente se ha convertido en un mercado es porque la
Ley lo contemplaba. Si no se promocionaba la participación de los jóvenes a
través de colectivos es porque la Ley no lo subrayaba. Si algunos de los
directivos de ONG´s se han convertido en una casta es porque la Ley lo
permitía. Si han nacido como moscas asociaciones chiringuito es porque la Ley así
lo quería. Si parte del estado del bienestar era entregado a entidades
(personas) procedentes de lo social era porque la Ley estaba creada para eso.
Si los números de las ONG´s eran tan fantásticos que suponían una tajada
importante del PIB es porque la Ley estaba así programada.
Estaba
hecha para todo, menos para promover la participación de los ciudadanos en la
vida social a través de asociaciones, colectivos y organizaciones.
A
la Ley de 2002 le importa un rábano que los ciudadanos se puedan agrupar para
defender sus intereses pero parece que ese no es el problema del asociacionismo.
No, el problema es que se ha acabado el parné, parece.
También
hicimos creer a mucha buena gente que ellos eran los responsables de cuidar a
sus familiares y que para ello montaran una organización que cubriera sus
servicios y que se la íbamos a financiar. Ahora, todos en la calle y sin una
ayuda que echarse a la boca.
Bien
por la Ley de 2002.
Antes
de la publicación de este engendro neoliberal existían algunas situaciones que
propiciaron durante algunos años un florecimiento del asociacionismo juvenil
propiamente dicho. En lo único que el sistema español permitía que un menor de
edad representara ante terceros los intereses propios era si éste era cargo de
una entidad juvenil (aquellas favorecidas por el decreto de 1988). Esto también
se fue al limbo y nadie se aclaraba con la nueva ley: que si había que aplicar
la Ley del Menor para estas cosas, que si necesitaban permiso paterno… En fin
¿para qué dejar algo que funcionaba bien pudiendo hacerlo mal? Muy típico del país.
Y
sí, el asociacionismo tiene muchos problemas. El primero de todos es que las
estructuras existentes ya no les valen a los jóvenes de ahora. Seguimos
pretendiendo hacer asociacionismo con las estructuras de los ochenta y que
valga para los jóvenes 30 años después. Un disparate.
Si
siguiéramos el proceso para que exista la participación de D. Manuel Sánchez
Alonso, querer-poder-saber,
tendríamos la sorpresa que los jóvenes sí quieren participar pero no como hace
treinta años. Las recientes movilizaciones, capitaneadas y seguidas sobre todo
por población joven, los movimientos estudiantiles, el 15 M… nos demuestran que
sí quieren participar pero no desean hacerlo en un modelo trasnochado,
encorsetado y con el único interés de buscar financiación para “hacer cosas”,
como el concecjal de mi pueblo.
Y
sí, y todo eso de la sociedad de consumo, el control de los medios, la individualidad, la promoción del
voluntariado que no tenga responsabilidades en la organización, la tecnología y
san pedro que baje del cielo. Le podemos echar la culpa a todo, según convenga
a nuestros principios pero todavía no he oído a nadie hablar del daño producido
por esta arma de destrucción participativa que es la ley.
Hasta
que no haya voluntad de cambiar la ley seguiremos reproduciendo las mismas
organizaciones enfermas, dinámicas rancias de protagonismo, el mismo tipo de
asociación prestadora de servicios y nos olvidaremos de dotar de dinamismo a la
sociedad, privando a toda una generación de la participación activa a través de
los cauces que el sistema crea para dar libre participación a los ciudadanos.
Y
si queremos promocionar de verdad la participación dejémonos de tonterías. La
participación se aprende en casa y en la escuela. Y ahí tropezamos con….otra Ley. Qué curioso. ¿No
decíamos que las leyes no eran importantes? No querías caldo, pues dos tazas
bien colmadas.
A
lo mejor no hacemos nada porque en el fondo nos importa una mierda.
Pues
nada, sigamos como siempre: cuando algo no funciona y los datos lo revelan lo
que hay que hacer en este país es intentar por todos los medios seguir haciendo
lo mismo y utilizar las mismas fórmulas.
Es
como el chiste de aquel que estaba sangrando en la cabeza y para dejar de
hacerlo se daba golpes en la pared en el mismo sitio de la herida. Cosas de
españoles.
Para
finalizar y que no sea todo tan tétrico decir que en este país hay mucha gente
que sabe sobre participación (me incluyo, no tengo eso de la falsa modestia) y
si nos juntáramos un fin de semana le dábamos a los políticos todo un proceso
de adaptación a una nueva ley participativa, con texto incluido. Pero no, no
voy a caer en esa tentación. Los únicos que deben decir qué modelo quieren son
los ciudadanos en general y los jóvenes en particular. Sin eso, ya podemos los “expertos”
cantar misa en latín.
¿Y dónde volvemos?: A la escuela y a la familia. Y por
supuesto, a un estado preocupado por
estas cosas.
¡Esta vez has tirado con bala! Pareces cabreado con esto pero no sabiendo mucho del tema pero sí controlo algo te diré que por ahí van los tiros. En nuestra asociación los jóvenes pasan de involucrarse en estas dinámicas. Y no hay forma de darle sentido a lo que hacemos.
ResponderEliminarDesde Valladolid, Pedro Enrique.
Gracias por tu comentario, Pedro Enrique. Efectivamente, al final lo que cuenta es si lo que hacemos tiene sentido o no. Y eso, alguien que lleva tiempo en esto sabe si lo tiene o carece de el.
EliminarSaludos.
Querido Juán, me apunto contigo y con más gente a hablar sobre todo lo que planteas. En mi opinión la crisis de representatividad que afecta al sistema sociopolitico creado tras la transición y la constitución de 1978, afecta también al movimiento asociativo, al igual que a partidos politicos, sindicatos, colegios profesionales...
ResponderEliminarEl debate sería interesante, y necesitaría un poquito más de tiempo...
Como recordarás, siempre decíamos que las asociaciones son un medio, no un fin en sí mismas. Lo importante es participar, es decir ser protagonistas colectivos de la sociedad en la que vives, y en cada momento histórico los procesos de participación van utilizando los medios, posibilidades y recursos que ofrece la sociedad, sean las calles y plazas para concentrarse y reivindicar el futuro, sean las redes sociales para convocar y dinamizar , o sean las fórmulas asociativas para desarrollar proyectos colectivos. Yo también soy crítico con el marco jurídico administrativo de la participación y el asociacionismo y de hecho, lo he manifestado en varias publicaciones, pero no quiero criticar por igual a todos los proyectos asociativos. Por poner un ejemplo, una de las mayores iniciativas culturales en nuestra ciudad, Murcia, está protagonizada por varios proyectos de asociaciones culturlaes independientes, como Los Pájaros, La Azotea, El Quirófano,..., con un festival muy interesante, " De corrido".
Bueno, Juan, lo dicho, tenemos que hablar, debatir, y vernos un ratico.
Un abrazo.
Paco Manuel Reverte.
Hola Paco Manuel. Pues sí podríamos juntarnos un día unos cuantos aunque sólo fuera para hacer de abuelos cebolleta. La situación está jodida, si. Efectivamente hay proyectos buenos de todo tipo pero a mí los que me interesan son los que buscan la participación social de las personas en defensa de sus intereses o aficiones. Y los que me dan igual, por bonitos que sean, son los que de una manera u otra no dejan de ser un proyecto empresarial, por muy solidarios y maravillosos que sean.
EliminarUn abrazo y nos juntaremos pronto.