Declaración de
intenciones.
El título del texto ya presagia
lo que piensa el autor del mismo sobre
el tema, pero sólo es una opinión más. Lo que verdaderamente importa es que
pueda propiciar la reflexión y el debate entre quienes participáis en estas
Jornadas y que sea lo suficientemente práctico para conseguirlo.
En las siguientes líneas voy a
tratar de poner encima de la mesa distintas cuestiones, algunas polémicas, relativas al funcionamiento de centros
juveniles, de su gestión y de quiénes han de ser las personas beneficiarias de
los mismos, teniendo en cuenta la diversidad existente y que no estamos
hablando de una ciencia exacta y, por lo tanto, cualquier parecer puede
enriquecer el debate en función de los objetivos que nos marquemos. Puede que
aquí radique la cuestión, que no nos marcamos objetivo alguno cuando ponemos en
marcha estos espacios juveniles y, al final, lo convertimos en un cajón de
sastre donde cabe todo, desde actividades infantiles hasta la simulación de un
gimnasio, a buen precio, para personas adultas.
Tristemente, en algunas ocasiones,
observamos espacios llamados jóvenes en donde sus principales destinatarios/as
son padres y madres de esos/as jóvenes y sus hermanos/as menores. Podrán ser
lugares de esparcimiento familiar, nunca centros juveniles.
No existen espacios en donde
quepan todos los aspectos que se pueden trabajar desde la perspectiva joven,
pero sí tenerlos en cuenta para saber
cómo queremos que sea en el que estamos o si queremos involucrarnos como
jóvenes, organizaciones, profesionales o responsables públicos.
A continuación, voy a realizar un
repaso sobre diversas temáticas que creo han de tenerse en cuenta y que espero
contribuyan al debate y a cumplir con los objetivos de estas jornadas.
¿Por qué son necesarios espacios exclusivos para jóvenes?
¿De verdad necesitan los y las
jóvenes estos espacios en la actualidad? ¿No será una cosa nuestra y que
tenemos que aprovechar las instalaciones que durante todos estos años ha
construido la administración sin que nadie se las demandara? ¿Qué mejor espacio
juvenil para un/a adolescente que su Smartphone? Con uno de ellos, no es necesario encerrarse entre cuatro
paredes, tiene el mundo y a sus amigos/as en cualquier momento y entre sus
manos.
Cuando hablamos de territorios
juveniles nos referimos a aquellos espacios en donde pasan buena parte de su
tiempo y una de las tareas de los y las profesionales siempre ha sido que estos
espacios jóvenes pasen a formar parte de dichos territorios. Ahora, a todos
esos lugares hay que añadir uno y muy importante: el territorio virtual.
¿Es compatible lo virtual con un
espacio físico? Sí, por la cuenta que nos trae a todos y todas como sociedad.
Una cosa es reconocer
la vital importancia de las tecnologías en la vida y relación de las personas
jóvenes y otra es dejar que la socialización sólo sea virtual. Son ya numerosos
los estudios que manifiestan una pérdida de habilidades relacionales y estoy convencido que esa es una de nuestras
tareas.
La Animación Sociocultural parte de este
presupuesto básico: todos y cada uno somos responsables de participar en la
gestión de nuestra propia vida y en la de nuestro entorno y nuestra realidad
social. Pero para ello se requieren aprendizajes y recursos (Funes).
Siguiendo la
estela del maestro Funes, diríamos que quienes
estamos en el lado de la educación desde la óptica joven debemos ser
profesionales de la relación y la presencia y lo que esto conlleva:
creadores/as de espacios de aprendizaje.
Por tanto,
nuestro papel es importante en este aspecto y, por ello, debemos estar
presentes en el diseño de estos espacios socializadores, aportando estrategias
para conseguir que estos centros se conviertan en territorio juvenil.
En la siguiente
tabla, aporto para el debate algunas
tareas y funciones que, creo, deberían de cubrir estos territorios, en función de la disposición del mismo y de
los recursos que dispongamos. También de las prioridades que se marquen en cada
ámbito, según la realidad a la que se enfrenten:
TAREAS/FUNCIONES
|
OBJETIVOS
|
Socialización
|
-
Propiciar lugares de encuentro con sus iguales para compartir vivencias.
-
Generar confianza en los y las jóvenes.
-
Respetar sus ritmos,
sin intromisiones.
-
Acompañar en sus procesos
vitales.
|
Dinamización
|
-
Buscar la activación de la población joven.
-
No dar todo hecho a
usuarios/as y participantes.
-
Estar presentes en
otros territorios juveniles.
-
Huir de espacios
excesivamente formales.
|
Integración
|
-
Prevenir comportamientos de riesgo.
-
Incorporar a jóvenes que no suelen “habitar” nuestros
espacios.
-
Apoyar a jóvenes y colectivos con dificultades.
|
Aprendizajes
|
-
Estar atentos a los procesos de aprendizaje e intentar
incorporar la filosofía de “aprender haciendo”.
-
Estimular el espíritu crítico.
-
Los errores y frustraciones como campo para aprender.
|
Receptor/emisor
de contenidos
|
-
Convertir el espacio en un centro que acoge iniciativas y
también que emite contenidos elaborados por los propios jóvenes.
|
Comunicación
|
-
Conectar a jóvenes entre sí, de diferentes localidades y
globalizado.
-
Redes sociales que potencien el intercambio y la
comunicación antes que la oferta de actividades.
|
Conocimiento
|
-
Descubrir potencialidades, ampararlas y proyectarlas.
-
Tratar el hecho cultural como una práctica que potencie la
autoestima, no como un espectáculo de
consumo.
-
Dar rienda suelta a su creatividad.
|
Continuidad
|
-
Planificar y evaluar de forma constante para asegurar la
continuidad y la validez de nuestros objetivos y actuaciones.
-
Analizar las nuevas realidades juveniles e incorporarlas a
la vida del centro.
|
Sectorial
|
-
Buscar espacios y
horarios concretos para temas diversos y segmentos de edad.
|
Coordinación
|
-
Estar en contacto con otros servicios municipales que
trabajen con jóvenes.
-
Relación con otros centros y espacios de diferentes
ámbitos.
-
Implicar a organizaciones y colectivos juveniles para que
aporten.
|
A esta tabla
podemos añadir cuantas tareas y objetivos estiméis conveniente, es sólo un
punto de partida.
¿Quiénes son las personas destinatarias de un espacio joven?
No, no me he equivocado en el
titular. Sólo hay que echar una ojeada por las programaciones de algunos
espacios denominados jóvenes para ver
que sus principales “clientes” son menores de 14 años o mayores de 30. No estoy
en contra de actuaciones intergeneracionales siempre y cuando sean
implementadas a través de unos objetivos y planteamientos claros para conseguir
la convivencia entre ellas. Hay experiencias muy positivas y deben seguir haciéndose, pero una cosa es trabajar
esta línea y otra hacerlo de esta forma para conseguir que el centro joven esté
lleno y rebosante de actividad ¿Si tuvieras 16 años irías a estar con tus
amigos/as a tu aire en un espacio joven
mientras tu madre hace zumba, tu padre baila salsa o tu hermano de 10
años juega a la play? Sería una buena forma de actuar para un centro social,
familiar o de esparcimiento, pero no para un centro juvenil.
Las edades.
Tenemos un
problema con las edades. Atendemos a jóvenes con estados vitales muy diferentes
y con motivaciones distintas. Y tendremos que decidir con quién actuamos o
establecer un plan atendiendo a los recursos que tenemos: que una persona con
11 años esté deseando cumplir la edad para ir al centro joven.
¿Tienen los
mismos intereses un grupo de jóvenes de 15 años y otro de 24? ¿Pueden coincidir
en actividades? ¿Qué hacemos con chicos y chicas de 12 y 13 años que quieren ir
a nuestro espacio joven? ¿Utilizan estos centros, para socializarse, los y las
jóvenes de 27 o 29 años? ¿Cómo podemos hacer confluir toda esta gama de estados
vitales en un mismo lugar? ¿Es labor de un centro juvenil elaborar un programa
de actividades a la carta para satisfacer los intereses de tan variada gama de
público? ¿Podemos hacer una atención tan variada en objetivos con los recursos
humanos y económicos que tenemos a nuestra disposición?
Estas son
algunas preguntas que nos pueden surgir a la hora de diseñar cómo queremos funcionar, además de otras muchas, pero no lo
veamos todo negro. Las cosas pueden ser sencillas si actuamos con sentido
común.
No inventamos
nada nuevo si decimos a un grupo de jóvenes que participan asiduamente el
espacio joven si querrían desarrollar la actividad que les gusta pero
impartiendo ellos un taller a un público más joven. Ahí podrían confluir
perfectamente y podrían ser los que introducen en el centro a chicos y chicas
de 12 o 13 años en la vida diaria del local. Irían aprendiendo el
funcionamiento y convivirían con “los mayores” y, por otra parte, estaríamos
dando protagonismo al grupo de jóvenes que de otra manera no querrían estar con
“los pequeños”.
Un espacio joven
es, sobre todo, un lugar de convivencia y socialización a través del encuentro
y la actividad y debemos de utilizar estrategias para que esta se produzca de
una forma normalizada sin crear compartimentos estancos y, por supuesto,
respetando los ritmos y la decisión de los grupos de estar con sus iguales.
Todavía se tiene la costumbre de
convocar actividades para “la juventud”, palabra abstracta que no nos sirve
para trabajar. Debemos de dirigir
nuestras actuaciones a grupos de edades concretos con intereses y
situaciones comunes. No vale todo para todos y todas, ya tengan 14 o 30 años,
la edad con la que relacionamos las políticas de juventud.
¿Usuarios o participantes?
La principal
queja de quienes trabajan con jóvenes en estos espacios coincide en la mayoría
de los lugares: No vienen. Y cuando vienen y consigues que un numeroso grupo se
relacione con el centro, a los pocos
años, cuando ya no tienen edad para ir a un centro juvenil o están ocupados en
otros asuntos de la vida, hay que empezar de cero ¿Tenemos plan para eso o hay
que pasar una travesía en el desierto hasta que venga una nueva generación?
En los últimos
treinta años he visto varías veces y en
muchos municipios que a un periodo álgido de participación (sobre todo con el movimiento asociativo) viene otro de
carestía total. Nos volcamos con el
presente y con el grupo que participa en ese momento, pero no solemos tener en
cuenta que, por la misma naturaleza del segmento de edad al que nos dirigimos,
nos abandonarán algún día, es un proceso de lo más normal y hasta deseable.
No podemos
pretender que todos nuestros potenciales destinatarios/as sean
participativos/as, pero si facilitar que quien quiera serlo, pueda hacerlo. Tampoco rechazar a quienes sólo quieren pasar un
rato con amigos y amigas en los espacios juveniles, también están para
eso y suele convertirse en el motivo de “enganche” para otras actuaciones.
De una forma o
de otra, han de estar a gusto, sentir el espacio como suyo y que, como decíamos
en un punto anterior, forme parte de sus
territorios.
Por tanto, no
olvidemos que un/a joven que asiste a un
taller del centro no es un participante, es un usuario/a. Participante será
cuando se incorporé a los procesos de toma de decisiones.
¿Qué infraestructuras tenemos?
Tenemos unos
espacios basados en el modelo de casas de juventud que se pusieron en marcha en
muchos municipios a principios de los años ochenta: pequeño salón de actos,
sala de exposiciones, lugar administrativo para el servicio municipal de
juventud y/o centro de información juvenil, sala de cursos, despachos
para que utilicen las asociaciones y algunas salas polivalentes para el uso de
la actividad con más seguimiento según la zona (laboratorio fotográfico, taller
de radio, estudio de grabación…).
Las nuevas
construcciones, en su gran mayoría, se han basado en este modelo sin tener en
cuenta las nuevas condiciones juveniles. Generalmente son los y las jóvenes
quienes se adaptan a los espacios disponibles cuando la lógica nos dice que
debería de ser al contrario.
A veces, las
personas adultas nos imaginamos espacios juveniles con paredes blancas, limpias
e inmaculadas con todo lujo de detalles, un mobiliario moderno y a la última, y
nos olvidamos que los y las jóvenes, a lo mejor, lo que quieren es pintar con spray esas
blancas paredes, un sofá viejo y, por supuesto wi-fi. Seguimos pensando como
adultos para su diseño y distribución.
En algunas
localidades, el poco uso que ha hecho la población juvenil de un centro joven
ha propiciado que se utilice para otros destinos como gimnasios o salones de baile
improvisados. Ahora, cuando se quiere recuperar para actividades
específicamente juveniles, nos podemos
encontrar con la contrariedad de sus padres y madres, usuarios/as actuales para
bailar salsa o hacer GAP (glúteos, abdomen y piernas), y esta situación puede
suponer un contratiempo para el
Ayuntamiento de turno.
Apunto aquí la
idea de mucha gente que coincide que el mejor espacio joven es una nave diáfana
que se pueda adaptar a las necesidades de los planteamientos que realicen los y
las jóvenes y que pueda servir lo mismo para lugar de encuentro que para un
concierto u obra de teatro o para que haya distintos talleres funcionando a la
vez. No queda tan “cuqui” pero es más práctico.
Modelos de espacio joven.
Hay de todo y con denominaciones
variadas y todos pueden ser muy útiles en función de los intereses y objetivos
que se planteen. Desde una Lonja hasta una sala de ensayo, pasando por una
espacio de creación joven a un local autogestionado y desde una casa de la
juventud tradicional hasta un centro de recursos juveniles. El modelo debe de
decidirse en función de las necesidades y planteamientos elaborados
técnicamente una vez conocida la opinión de los propios jóvenes de la zona, de
sus intereses y motivaciones, de los grupos estables con que contamos, de los
recursos que disponemos para atender a un segmento de edad o a varios. Si lo
que pretendemos es que funcione solo a merced de un programa de actividades y a
ver quién viene, será un centro juvenil, sí, pero no participativo.
¿Quién gestiona estos espacios?
Hay de todo, como habréis visto
en las Jornadas. Personalmente he comprobado que se puede gestionar bien o mal a
través de distintas fórmulas: gestión directa de la administración, a través de
una organización o una empresa por concurso público, por convenio con una
entidad, gestión compartida entre administración y organizaciones, espacios
autogestionados, lonjas, cesión de instalaciones a grupos de jóvenes,…
Cualquier modelo puede ser bueno siempre que se tengan los objetivos claros de
por qué queremos poner en marcha un espacio para los y las jóvenes, cómo ha de
funcionar y qué papel van a tener organizaciones y jóvenes en su funcionamiento
diario.
Lo que sí deberíamos de tener
claro es que sea el tipo de gestión que se decida para organizar la
infraestructura, los y las jóvenes (a
través de sus organizaciones, a título individual o de grupo) deben de tener un
papel protagonista en la vida diaria del centro. En el apartado siguiente
trataré de plantear algunas fórmulas.
Marco ideal para el funcionamiento participativo
de espacios jóvenes.
Es algo engañoso
el título de este apartado ya que estoy convencido que los marcos ideales no
existen, y si lo hicieran, con lo
cambiante de la condición juvenil, durarían unos pocos años. Pero sí considero
que es a lo que debemos de tender en cada momento, plantearnos cada cierto
tiempo cuál es ese funcionamiento ideal para un periodo y trabajar para
dirigirnos a él. Esta metodología supondría estar alerta a los cambios, a las
nuevas tendencias y a la realidad y necesidades juveniles.
Y para intentar
conseguir ese espacio en donde los y las jóvenes quieran estar, no hay mejor receta que utilizar metodologías participativas. A
continuación os detallo algunas ideas.
-
Los precedentes.
Programas y
proyectos en diversos lugares del estado que han demostrado que la
incorporación de metodologías participativas producen efectos positivos tanto
en la vida del centro como, y esto es lo importante, en la vida social de las
personas jóvenes y en su autoestima. Lo he comprobado en numerosas ocasiones:
jóvenes solitarios/as y sin nada que
aportar que de forma paulatina van incorporándose a la vida grupal descubriendo
que pueden hacer lo que se propongan.
-
Los equipos.
Cuando hablo de
equipos no me refiero solamente a los y las profesionales, también a los
responsables públicos que han de incorporarse
a esta práctica y asumir estas metodologías como propias. Mantengo que
la actividad política, en la mayoría de ocasiones, te da el respaldo de la
población para poner en marcha tus propuestas, pero no significa que se
conozcan las temáticas en profundidad. Para eso está el personal técnico, para
plantear programas, estrategias y procesos que cumplan con los objetivos
marcados. En los equipos hay responsabilidades pero no rangos, y han de poder aportar desde el/la
responsable técnico/a hasta el último dinamizador/a. No podemos pedir participación
a chicos y chicas si quienes no la practicamos somos los y las profesionales.
-
Los tiempos.
Si lo que se
pretende es que en seis meses la población joven se vuelque en participar en
nuestro espacio, partimos de un supuesto erróneo. Es una apuesta que hay que
mantener y una metodología que se asume como forma de trabajo, no como una
actividad concreta o un programa con punto y final en el tiempo.
-
Organizar la
participación.
a)
Interna.
Organizarnos a nivel interno, qué y cómo vamos a hacer para
que todas las personas que, de una u otra forma, se relacionen con los y las
jóvenes desde nuestro centro, puedan aportar para la dinamización juvenil.
b)
Con los y las jóvenes
usuarios/as.
Estableciendo un marco estratégico para conseguir poco a poco
su implicación en aquellas actuaciones que les interesan. No podemos pretender
que quienes asistan a una actividad que les
gusta pasen a ser directamente participantes, pero sí debemos tener un planteamiento previo para canalizar
a quienes sí deseen implicarse más en una actuación concreta o en la vida del
centro.
c)
Con los y las
participantes.
Deben de tener claro qué canales existen para ello y poder
aportar en los órganos formales o informales que se creen en base a la realidad
de cada espacio joven. Ahora bien, si ponemos en marcha un cauce “oficial” de
participación no olvidemos que sus acuerdos han de ser respetados. El trabajo de mucho tiempo puede
irse al traste porque temamos que una propuesta suya no guste a alguien.
Debemos de
entender que si logramos que la mayoría de actuaciones que ponemos en marcha desde
un espacio joven están protagonizadas por los y las jóvenes, no es por una conjunción de casualidades sino
por un trabajo planificado y que consiste precisamente en eso. Sin un personal
técnico formado en participación no es posible que esas buenas iniciativas
salgan adelante.
Conseguir un
clima y ambiente adecuado, establecer dinámicas de mutuo conocimiento, motivar
a jóvenes y tener canales de participación
no es un hecho aislado, es producto del esfuerzo de un equipo de
profesionales. Además, si conseguimos que buena parte de los y las jóvenes que
van por nuestro centro actúen bajo estas dinámicas y funcionen solos/as,
nosotros y nosotras nos podremos dedicar con más ahínco a fortalecer los
vínculos con el espacio de quienes sólo desean ser usuarios/as para actividades
muy concretas.
-
Actividades de ocio con
metodologías participativas.
Las actividades
de ocio son las que más se programan en los espacios jóvenes, muchas de ellas a
petición de los y las jóvenes. Con ello, ya damos por sentado que la
participación es uno de nuestros ejes, pero no estoy de acuerdo. No dudo que
ésta sea una buena práctica pero siempre que dichas actividades tengan un
objetivo que cumplir y no sean un mero capricho de la moda de turno. Cualquier
actividad puede ser educativa en el tiempo libre, a eso nos dedicamos, pero
para entretenerles ya saben hacerlo ellos y ellas sin nuestra ayuda.
Cuando un grupo
de jóvenes se acerca al centro para proponer que organicemos una actividad que
les gusta, si contamos con el presupuesto, sólo tenemos que llamar a una empresa para
que nos la monte (eso sí que puede hacer peligrar nuestro puesto de trabajo;
para montar ese tipo de eventos no somos necesarios/as), pero si le damos un
giro puede que estemos dando un gran paso por asegurar que nuestro centro
funcione de forma participativa.
Con nuestro
acompañamiento les podemos proponer que,
de acuerdo, que adelante,
pero ponemos una condición: que
la monten ellos/as. Que nos consulten, les facilitamos un teléfono para hacer
gestiones, una sala para reunirse, contactos con otros departamentos del
Ayuntamiento y que se pongan a trabajar. Lo de menos es la actividad, lo
importante será su satisfacción por organizarla. Creo que en este sentido, debe
ser más importante el subidón de autoestima que el pasar un buen rato
consumiendo algo que van a olvidar a las pocas horas.
Cómo atraemos a los y las jóvenes a nuestros
centros.
Y si la
participación es difícil, atraerlos/as a nuestros espacios es la madre del
cordero. Puede que ahí esté el primer error: esperar a que vengan.
Os detallo a
continuación una serie de estrategias que han dado resultados:
-
Reciprocidad.
No van a venir si estamos sentados/as en nuestros despachos.
Podrán interesarse por una actividad, un curso, un festival o evento que montemos
pero, lo más probable, es que no vuelvan hasta lo próximo que les interese.
Debemos de buscarlos en donde estén, sin intromisiones. Es un trabajo
complicado y que debe hacer, en general, alguien cercano en edad con ellos/as.
La figura de la persona dinamizadora es crucial.
La dinamización es movimiento, acción, y hemos de hacerla de esta manera para que
nos tomen en cuenta. Acercarte a un grupo de jóvenes a venderles la moto de nuestra programación suele salir mal. Primero
debemos conocerlos/as, escucharles, interesarnos por sus problemas y deseos,
generar confianza, crear vínculos y después ofrecer el centro para que
dispongan de él.
La figura de educador/a de calle (dinamizador/a, mediador/a,
como queramos llamarla) vuelve a estar presente en la profesión después que, a
partir de los años noventa, quedara relegada a una posición marginal en el
campo educativo. Es en el País Vasco donde está recobrando protagonismo y
ganando actualidad en los procesos de relación con las personas jóvenes. Y,
como es normal, vuelve a dar resultados.
-
Los espacios.
Un espacio formal, como una dependencia más de la
administración, espanta a cualquiera y a nuestros/as principales
destinatarios/as, más. Si queremos que los y las jóvenes sientan como suyo un
espacio joven tiene que serlo, además de parecerlo. Esto lo sabemos todos y
todas, pero todavía hay muchas resistencias a convertirlo en un centro juvenil
con todas las consecuencias.
-
Los ambientes y el clima.
Todas las personas que hemos trabajado con jóvenes, ya sea un
curso sobre educación en el tiempo
libre, una actividad juvenil, una reunión informativa o cualquier otra
actuación destinada a este público, sabemos que lo primero y fundamental que
tenemos que conseguir es un ambiente y
clima adecuado para que se produzca la comunicación libre y sin cortapisas.
Nos encontramos, en algunas ocasiones, que cuando preguntamos
a personas adolescentes qué les parece tal o cual idea, nos responden como si tuvieran que decir la
respuesta correcta, pero no lo que sienten de forma sincera. Crear ese clima,
que nos costará tiempo y esfuerzo, es el primer paso para conseguir que quien
se acerque decida volver.
La experiencia también me dice que si están a gusto en un
lugar en donde se respeta su opinión, pueden darla sin que nadie le mire con
mala cara y estén sentados/as como
cualquiera lo hace (hicimos) con 15 años, ese será un sitio donde quiera estar.
Nos solemos olvidar de que también tuvimos esa edad y sentíamos como ellos y
ellas sienten ahora.
-
Paciencia, mucha
paciencia.
Vuelvo a incidir en el
mismo tema, la paciencia, la estabilidad en los procesos y en los equipos (que
han de estar motivados, reconocidos y con sueldos dignos). Es la clave, si
alguien conoce la fórmula mágica para atraerlos/as en unas cuentas semanas que
la ponga encima de la mesa y tendrá, no sólo nuestro reconocimiento, sino
también el de cientos de miles de profesionales en todo el mundo.
El papel de los y las jóvenes, representantes políticos/as y de los y las
profesionales.
Estas Jornadas están destinadas a
jóvenes, profesionales y responsables políticos/as y no quiero desaprovechar la
ocasión para hacerles llegar, con toda humildad, una serie de peticiones:
A los y las jóvenes.
Que deis la murga sin parar, el
espacio es vuestro. Que no paréis de proponer y no esperéis a que lo den todo hecho, eso sí que es aburrido.
Probar a hacerlo vosotros/as mismos/as y cuando lo hagáis comprobaréis que nada
tiene que ver con ser meros asistentes a una actividad que, por muy chula que
parezca, olvidaréis a las pocas horas.
A representantes políticos/as.
Que luchéis por conseguir un
espacio joven abierto y participativo, conseguiréis para vuestros municipios
jóvenes interesados por su localidad y con habilidades para dar su opinión y
valerse por sí mismos/as. También que no os preocupéis cuando los vecinos se
asusten porque hay muchos jóvenes en la puerta del centro y ¡A saber lo que están haciendo! Habrá
que hacer un esfuerzo para explicarles a esos vecinos de qué se trata y que es
bueno para el pueblo.
A los y las profesionales.
Que tengamos claro que las
actividades no son un fin en sí mismas, son meros instrumentos de los que nos
valemos para conseguir unos objetivos planificados de forma previa. Que no
tengamos miedo a que nos quiten el protagonismo los y las jóvenes y que nos
convirtamos en facilitadores de procesos y diseñadores de metodologías más que
de contenidos.
Por último, y
por no hacer más larga esta ya de por sí extensa reflexión, os pregunto: ¿Un
grupo de jóvenes haría un centro juvenil como nosotros/as lo concebimos?
Gracias a todos y todas. Espero
que este documento haya conseguido su único fin: conseguir un debate rico entre
quienes estáis en estas jornadas y con el deseo de que no seáis asistentes a
las mismas sino participantes activos/as.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este es un lugar para reflexionar, dialogar y exponer. Utilizalo como tal.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.