Con
este título tan horrible comienzo este post de reivindicación de lo que no
puede ser evaluable y contra esa vorágine de lo medible en todo lo que se refiere
a las disciplinas sociales. He llegado a pensar que esa corriente de que lo que
no se pueda evaluar no existe, por lo único que está es por mantener un puesto
de trabajo y no en lo que debería pensar y lo que es su razón de ser: el destinatario
de nuestras acciones.
Lo
que no se pueda evaluar no existe para los políticos.
Es
decir, que hacemos lo que digan los políticos. Porque son nuestros jefes,
porque son los que mandan, porque ellos hacen las leyes y un largo camino de
justificaciones. Entonces ¿para qué
tanto estudiar, prepararse, asociarse para defender la profesión y hacer
proclamas en defensa de nuestros usuarios si al final es “Señor, sí Señor”? Luego
esa tarea técnica, tan cacareada por nuestra parte, la podría hacer cualquiera
con ganas de obediencia ciega. No nos diferenciamos en nada de cualquier
trabajador con miedo de perder su puesto si contradice al jefe de turno ¿La diferencia? Que estos trabajadores no
manifiestan sus intenciones en códigos deontológicos tan bellos como ausentes
en muchos casos.
Resumiendo:
que menos golpes de pecho.
¿Todo
tipo test?
Si
tenemos en cuenta que muchas de las pruebas calificatorias de las disciplinas
universitarias del ámbito de lo social se hacen tipo test, no me extrañaría que
dentro de poco también hiciéramos lo mismo con los usuarios de nuestros servicios en sus
evaluaciones: darles cuatro respuestas a elegir una en sus valoraciones, así
nuestro trabajo de evaluación sería mucho más cómodo y los cuadros en colorines
con sus numeritos y todo quedarían monísimos. De seguir así, llegaremos a
pensar que alguien no ha dado las respuestas correctas y le reprenderemos ¿cómo
osa decir que ninguna de las cuatro respuestas le vale con el esfuerzo en
resumirlas que hemos hecho para que todo les sea más fácil a los pobrecitos?
También,
cuando planifiquemos acciones deberemos dejar el 50% del tiempo dedicado al
trabajo a cumplimentar formularios, ellos y nosotros. Bien por los burócratas,
lo han conseguido. Adiós a los matices, a las particularidades, a la riqueza de
lo que no se puede evaluar, ni se podrá evaluar nunca y lo más importante: el
poso que queda y que puedes comprender cuando ha pasado un tiempo de tu paso
por un programa o una intervención social.
Las
evaluaciones sirven para corregir y armar nuevas propuestas.
Que
sí, que sí, eso lo sabemos todos pero si luego los políticos hacen lo que
quieren ¿de verdad sirve para implementar nuevos programas? o ¿no será que
sirve para demostrar que nuestro trabajo es importante y debe continuar?
No
hace mucho, en un curso, ante mi exposición de que bajo ningún concepto se
puede engañar a los jóvenes, un técnico me decía que si su Concejal le imponía
que tenía que comunicarle una cosa a la población joven de su localidad aunque
fuera mentira, tenía que hacerlo. Muy bien, hay que comer, pero por favor la
boca bien cerradita y las lecciones de moral que se las dé a los geranios de su
patio y que siga con su ¡Sí, Chef!
Y
a todo esto ¿Qué es evaluar?
Como suelo hacer, no voy a entrar en alguna de las sesudas y
numerosas definiciones de evaluación, según quién la haga y el ámbito de
actuación y me voy a ir a la RAE y a las tres acepciones de la palabra: 1. Señalar el valor de algo.
2. Estimar, apreciar, calcular el valor de algo. 3. Estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento de los alumnos.
De lo cual, interpreto:
- ¿El valor de algo se mide de forma instantánea a la conclusión de
la acción? ¿Sólo tiene valor lo instantáneo? ¿No tenemos en cuenta la
importancia de ver las cosas que hacemos con la perspectiva del tiempo? ¿Evaluamos
lo que nos sirve a nosotros o lo importante del aprendizaje de las personas?
- ¿El cálculo, lo cuantificable es a lo único que damos valor en
nuestras evaluaciones? ¿Cómo se mide lo emocional? ¿No es importante para
nosotros evaluar eso?
- ¿Las pruebas y exámenes son las únicas herramientas que tenemos para
medir conocimientos, aptitudes y rendimiento de alumnos? ¿Es lo mejor para ellos
o para los que tienen que determinar su rendimiento y no se meten en problemas
ya que quien decide es una máquina?
Conozco a pocos profesionales de la educación que estén de acuerdo
con este sistema de medida pero conozco a menos todavía que no lo hagan.
Sigamos leyendo sobre pedagogías alternativas y alabando sus
bondades mientras que elaboramos test que nos faciliten lo más posible nuestro
trabajo.
Un ejemplo de lo no evaluable.
De 2004 al 2010, se llevaron a cabo en la Región de Murcia, a
través de su departamento de juventud, dos programas de intervención con
jóvenes, uno de educación para la participación en centros de educación
secundaria y otro de dinamización juvenil en municipios con menos de 5000
habitantes, los cuales diseñé y coordiné.
Por supuesto que hicimos evaluación y participaron alumnos,
técnicos de ayuntamientos, mediadores, coordinación, directores de centros y
todo aquel que tuvo que ver con los programas. Esas evaluaciones tan
fantásticas no impidieron que ambos programas acabaran debido a los recortes
producidos durante el año 2010.
Pero esas evaluaciones inservibles y que ahora duermen en algún
almacén no tenían relevancia alguna para mí, ni para la administración, ni para
los jóvenes que se sintieron abandonados, ni para los mediadores que hicieron
suya la metodología empleada y que ahora siguen utilizando en sus trabajos, ni
para los directores de centros que veían como algo útil se esfumaba, ni para
los técnicos de juventud que se
encontraron solos y sin un duro ¿Queréis saber qué valor tuvieron esos
programas?
- Que después de cinco años, técnicos y mediadores que participaron
en los programas sigan empleando metodologías participativas en sus
profesiones.
- Que en muchas reuniones sobre temas de juventud se sigan nombrando
esos programas como referencia de cómo habría que actuar.
- Que técnicos que no estaban en ese momento y que ahora trabajan en esos municipios te digan que hay una
diferencia abismal entre aquellos jóvenes del municipio y los que en la actualidad
utilizan los servicios de juventud.
- Que muchos padres de esas localidades sigan parando a Concejales y
técnicos pidiéndoles que vuelvan a hacer lo que se hacía antes.
- Que esos 1000 jóvenes, ahora con 20 o 25 años, que participaron
directamente en los programas sigan manifestando su agradecimiento a mediadores
y coordinadores que tuvimos la suerte de acompañarlos en su proceso de vida.
Pues nada, lo mejor sería que cinco años después los convocara a
todos de forma personal para que vinieran a rellenarme un formulario y demostrar
así la utilidad y VALOR de esas actuaciones pero me importa una mierda. Yo lo
sé, los que trabajaron lo saben, los
políticos de los municipios y a nivel regional lo saben y, sobre todo,
los jóvenes lo saben.
Mi trabajo es para ellos y ellos son los jueces y cuando
intervienes en procesos de vida de las personas es de ilusos intentar medir si
han adquirido una competencia o capacidad de forma instantánea, sin tiempo para
amasar lo que han aprendido y su utilidad en la vida diaria.
¿Entonces?
Pues entonces nada. Hay que seguir haciendo evaluaciones pero por
una única razón: porque nos da pistas para corregir programas e intervenciones
y amoldarlas a la realidad y a los objetivos que nos marcamos y así plantear
acciones más eficaces y certeras. Siempre lo he hecho así y lo seguiré
haciendo. Los demás pretextos para hacer una evaluación no me interesan, no es
mi tema. Si el político quiere hacer una evaluación llena de formularios y
preguntas que se la encargue a un sociólogo y la hagan encuestadores
contratados para eso y si quien la hace eres tú porque tu puesto de trabajo va
en ello, pues ánimo y siento que tu comida dependa de esto. Es una putada para ti
y un descrédito para la profesión. La evaluación debería estar al servicio de
las personas no las personas al servicio de la evaluación.
Con
esto termino, no está en mi ánimo ofender y sí sacar realidades hirientes tanto
para los profesionales como para los usuarios y que de aquí podamos debatir y
reflexionar. Parece que es lo único que nos queda: quejarnos y cumplimentar
formularios que ahora con google drive quedan
fantásticos.
Pienso que hay que evaluar, sobre todo por lo que apuntas al final.
ResponderEliminarEl tema de lo cuantitativo es que creo que las instituciones creen que necesitan de datos "medibles" para poder "vender" resultados a la Sociedad o a los más altos cargos que son los que ponen la pasta.
Lo que me llama la atención es que este tipo de evaluaciones son subjetivas porque si yo puntuo 8 sobre una actitud de un chaval y tú 5 no es muy objetivo. Incluso en la forma de formular los items se produce esta subjetividad.
Lo curioso, y donde se ve realmente los resultados sería en una evaluación diferida en el tiempo: si han aprendido, le han servido el programa y cuáles son sus valoraciones de los programas que han participado. Pero, claro, son evaluaciones que llevan meses incluso años y la inmediatez con la que trabajamos y vivimos nos lo impiden.
P. D. Disculpad posibles errores ya que escribo con el móvil.
@mignesias
También pienso que de alguna manera se necesita que un trabajo se "vea". Es como si no quedara plasmado parece que no has hecho nada. Es decir, igual se hace más por la visualización que por conocer si se han logrado los objetivos.
ResponderEliminar@mignesias
Gracias, Miguel. Como siempre aportando realidad y cordura. Estoy de acuerdo en lo que dices pero con esto de la separación del trabajo y las competencias profesionales lo de la visibilización de lo que hacemos habría que encargárselo a profesionales del marketing y para eso a lo mejor sí habría dinero. No es mala idea, no. Pero estoy seguro que si triunfara, el dinero para eso sería el que recorten para lo otro y, como en muchas otras cosas, todo sería marketing. En fin.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por dejar tu opinión.
Cuento mi experiencia: llevo 4 años en servicios sociales y de que el 60 % de mi trabajo iba a consistir en cumplimentar papeles para recoger datos nadie me había explicado nada. Pero lo más jodido de todo es que todo ese tiempo sólo sirve para justificar y acompañar memorias económicas. Nunca hemos tenido una reunión para interpretar datos ni entre nosotros ni con ningún político y sinceramente, no se para qué hacemos nada si no sirve para nada, sólo es un trámite administrativo más que hacemos y sabiéndolo, seguimos esforzándonos en que la evaluación quede bien aunque como he explicado antes, sabemos que nadie la va a leer, ni siquiera nosotros. Muy triste pero muy real.
ResponderEliminarSalvador M.
Pues sí, medir las cosas más allá de lo razonable se me antoja que se convierte en obsesión y las obsesiones no dan nada bueno.
ResponderEliminarDefinitivamente, lo administrativo nos ha superado y, al menos, en lo que a a la animación sociocultural se refiere se está perdiendo un tiempo muy bueno para trabajar eso de transformar realidades por los mismos protagonistas. Repito, la evaluación es necesaria pero no es un fin en sí misma.
ResponderEliminarSaludos y gracias a los dos por vuestros comentarios.