Con toda la buena voluntad,
intenciones y fundamentos, administraciones públicas (Servicios Sociales,
Juventud, Educación, Deportes…), entidades, empresas, familias y profesionales
queremos organizar la vida de las personas adolescentes desde bien temprano
hasta la hora de dormir.
Tenemos la decisión de destinar
recursos y tiempo a chicas y chicos a través de actuaciones dirigidas a mejorar
sus habilidades, conocimientos, valores, rendimiento académico… para conseguir
una adecuada socialización y garantizarles eso que denominamos futuro. Son
loables y seguiré creyendo en ellas, pero si tengo que ser sincero creo que nos
estamos pasando algunos pueblos. Voy a intentar explicar por qué.
Qué hagan deporte, que
pertenezcan a una asociación o colectivo juvenil, que dispongan de espacios de
encuentro, que regresen al sistema educativo quienes lo han abandonado, que
sepan qué es la solidaridad, la igualdad, la tolerancia, la participación, la
defensa del medio ambiente, luchar contra el racismo, el machismo, la
homofobia, la xenofobia, sobre educación
afectivo-sexual, que sepan de la importancia de lo comunitario, que hay que
trabajar en equipo, respetar otras opiniones…todo muy necesario, sí, igual de
imprescindible es que tengan tiempo para ser adolescentes y no personas adultas
en pequeño formato.
Tenemos la mala costumbre de
pensar que la adolescencia es un pozo sin fondo donde verter todo aquello que
consideramos que han de aprender y rápido ¿De verdad pensamos que todos
aquellos contenidos que les trasladamos se les quedan de forma indeleble en su
cerebro para siempre? Parece que no hemos tenido jamás 15 años.
Hace poco, leí que los y las
adolescentes no saben discernir sobre la publicidad machista. Todo un
descubrimiento. Recuerdo que yo, y
seguro que tú también, a los 13 entendía
2001: Una odisea en el espacio, leía la Crítica de la Razón Pura de Kant y todo
aquello que veía en TV lo asimilaba a la primera ¿Qué estamos exigiendo? ¿Que sean más listos/as que nosotros/as a su edad? ¿Por qué? ¿Tú lo entendías todo a
los 14? ¿Te preocupaba? Entonces ¿Qué queremos? ¿Qué sean personas
adultas cuanto antes y dar el menor follón posible?
A veces pienso que estamos tan ávidos/as
de que lo aprendan todo y no les pase
nada que lo que estamos consiguiendo es que carezcan de los más mínimos auto-aprendizajes
¿Quién no ha sido un cafre de adolescente? ¿Qué chico o chica no ha tenido
problemas con su familia? Y ahora, qué pasa con los que fuimos adolescentes problemáticos ¿Somos
todos/as unos/as delincuentes o estamos fuera del sistema? Lo que a ti te importa mucho que los y
adolescentes sepan o conozcan de inmediato, a ellos y ellas les importa un
comino, y más aún si desarrollas esos
contenidos como si fueran una asignatura, aburridas hace 40 años y ahí siguen,
soporíferas para cualquier adolescente. A lo mejor quienes tienen que cambiar
su forma de hacer las cosas somos nosotros/as para conseguir el objetivo primordial:
que les interese lo que decimos.
Creemos, con la buena intención
que nos caracteriza, que todo lo hacemos por su bien, aunque ellos y ellas no
lo comprendan, ni falta que les hace. Hasta les hablamos de algo como la salud,
como si fueran a entender lo que significa eso de “cuando seas mayor te pasará factura”. Nosotros/as hablándoles de lo
malas que son las drogas para su salud futura y ellos/as comprobando los
efectos inmediatos de algunas sustancias, en muchos casos placenteros. No creen
nuestra hipocresía.
Desde hace tiempo estoy poco
preocupado por los contenidos y mucho por las metodologías y ver cómo sería la mejor
manera de acercarnos en la actualidad a los y las adolescentes sin que suponga
una intromisión por nuestra parte, haciéndoles ver que nos preocupamos, que
estamos ahí pero dejándoles sus espacios. Nada mejor que leer estaentrevista de hace unos meses al maestro Jaume Funes en el blog de Tiching para comprender esta cuestión.
Creo que ahí está la cuestión
principal que nos debería preocupar y menos todo aquello que queremos insuflar
en su vida diaria para que lo aprendan o asuman cuanto antes.
Invadimos sus espacios
constantemente. Es como si los/as adultos/as tuviéramos durante gran parte
del día a una serie de personas por
encima de nosotros/as diciéndonos a cada momento lo que tenemos que hacer y lo
que es bueno y es malo.
Todos y todas queremos hacernos
un hueco en el tiempo de los y las adolescentes y, claro, no hay forma. Al
final cada uno/a tenemos nuestra parcela e intentamos hacer lo mejor posible.
Lo peor no es la descoordinación
sino que un chico o una chica que está destinando su tiempo (por imperativo o
por motivación propia) a tu programa, a lo mejor su sitio estaría en otro proyecto,
pero para eso tendríamos que saber qué estamos haciendo con los y las adolescentes
en nuestro ámbito.
A veces pienso que queremos
hacerles adultos/as cuanto antes, parece
que tenemos prisa por que sepan y comprendan todo, en definitiva: no sabemos
qué hacer con los y las adolescentes, no encajan en nuestra vida. La adolescencia
nunca ha encajado.
¿Y cómo nos acercamos? Perdonarme, pero a veces nos falta ir con una
cuerda para tirarles el lazo. Queremos que dediquen sus horas libres completamente a nuestra película, sin tener en
cuenta que estamos supeditando su tiempo a nuestros intereses.
Me he quejado algunas veces del
trato que recibimos en algunos centros de secundaria cuando vamos con alguna
iniciativa de estas características, pero también reflexiono sobre qué pensará
un/a director/a de instituto cuando nos vean llegar: ¡Otro que viene a dar
charlas!
La charla. Instrumento del que
por algún arte de magia estamos seguros/as que en 50 minutos y sin ninguna
actuación más que la apoye, vamos a
conseguir que se interesen que lo comprendan y, encima, que lo aprendan y se
les quede para toda la vida el contenido que vamos a tratar. Qué ilusos/as.
Después de muchos años en esto,
de haber dado muchas charlas en institutos en mi juventud sobre temáticas
diferentes, he comprobado que, por muchas charlas que se dan, los problemas que
dicen atacar, con el paso del tiempo y de miles de charlas, siguen ahí. Con lo cual, no tengo más remedio
que decir que las charlas las hacemos para nosotros/as, para padres y madres,
para el Instituto, para la administración, para nuestra asociación o empresa,
pero no para los y las adolescentes. A
ellos y ellas, en general y a esa edad, les importa una mierda lo que estás
diciendo, y si consigues que a un grupo le importe gracias a tu poder
comunicativo, a los dos días ni se acordarán de ti ni de lo que hablaste.
Afortunadamente, también existen
programas estables por parte de la administración (de forma directa, a través
de asociaciones o empresas o vía subvenciones a entidades) y por Fundaciones
que dedican su presupuesto a intervenciones sociales, destinadas a adolescentes,
en diversos campos de actuación. Yo mismo coordino uno de ellos.
Actividades socioeducativas,
refuerzo escolar, extraescolares en los centros y las que proponen
administraciones y ONG´S en esos lugares, oferta de ocio muy amplia y, además,
los talleres, cursos y actividades que papá y mamá creen que debe hacer por su
bien y mirando por su futuro.
Está muy bien, sí, pero eso es lo
que queremos las personas adultas que creemos que todo esto puede ayudar a
construir una sociedad mejor y, sobre
todo, que nuestro hijo o hija tenga lo que no tuvimos nosotros/as. Los y las
adolescentes están pensando en otras cosas, puede que en las mismas en qué
pensabas tú cuando tenías 15 años, y encima con internet.
¿Y qué quieren? Pues creo que lo
mismo que quería yo: divertirme, ser aceptado por el grupo, tener amigos y
amigas y estar conectado/a con ellos y ellas, alguien en quién depositar los
sueños de amor, sentirse querido/a por su familia sin que se meta en sus
asuntos y descubrir el mundo con sus iguales al lado, no contigo.
¿Estoy diciendo que debemos de
dejar de intervenir con los y las adolescentes? No, ni mucho menos. No lo digo
porque perdería mi trabajo sino porque creo que es importante acompañarles en
su proceso, pero deberíamos poner algo más de sentido común a nuestras buenas
intenciones.
Sentido común basado en la
coordinación de lo que se hace. No podemos tener estresados de lunes a domingo
a chicos y chicas que han de hacer malabares para encontrarse con sus iguales
en espacios propios sin la presencia de personas adultas.
¿Existe coordinación? Pues
obviamente, no. Cada uno /a con nuestro programa sin saber nada de lo que hace
el de al lado, en ocasiones con los y las mismos/as protagonistas.
En otros post lo he tratado, no
podemos perder de vista el principal competidor que tenemos a la hora de
disputarle el tiempo al que los adolescentes prestan su atención: la industria
del entretenimiento. Ante ella no tenemos nada que hacer ni podremos competir
nunca. Y ¿Cuál es nuestra estrategia? Pues más entretenimiento. Si no querías
caldo, dos tazas rebosantes. Sinceramente no sé si es asunto de la
administración pública ofrecer entretenimiento a los y la adolescentes, por
coherencia, por ley y por presupuestos, tan escasos siempre para proyectos y
programas estables como abundantes para fuegos de artificio que por no servir
no creo que sirvan ni a los políticos/as
para sacar más votos.
Como os comentaba antes, todos y
todas vamos a los institutos como lugar en donde buscarlos y poder realizar
nuestros justificados y fundamentados proyectos y, claro, cada uno por su lado
a vender su moto. Moto que no sería necesario vender si en todos los centros de
educación secundaria existieran educadores/as sociales que se ocuparan de
planificar las acciones en este sentido
que se realizan en cada instituto. No es suficiente con orientadores/as o PTSC
que están desbordados/as y que su trabajo es otro. Hacen falta profesionales
que estén muy cercanos a los y las adolescentes y que ellos y ellas lo sepan.
Sería necesario la planificación
de acciones y que tuvieran eco en ella,
por supuesto, otras actuaciones que quisieran implementar
administraciones, organizaciones o empresas, pero enmarcándolas en una
estrategia municipal asumida por todos
los agentes, dejando siempre tiempo para que los y las educadores/as sociales
tuvieran espacios para crear vínculos con alumnos y alumnas.
Que no haya en todos los centros
educativos educadores/as sociales es simplemente una prueba de lo que importan
chicos y chicas.
Además de los centros educativos
como territorio juvenil tenemos los espacios jóvenes, lugares ideales para que
chicos y chicas puedan pasar un rato entre iguales y tengan la oportunidad de
realizar otras actividades en función de sus intereses y, sobra decirlo,
acompañados/as por profesionales que sepan cuál es su trabajo.
Lamentablemente, son muchos los
espacios juveniles que son usados la mayor parte del tiempo por niños y niñas y
por personas adultas que van a hacer zumba. Nunca creí que entre las
ocupaciones de la administración estaría mantener gimnasios a bajo precio en
espacios dedicados a los y las jóvenes.
Y afortunadamente son muchos los
espacios juveniles que nos demuestran que se puede hacer una gran labor de
acompañamiento con lugares de encuentro, creando vínculos y utilizando
metodologías participativas. La fórmula está y funciona, sólo hace falta
utilizarla y destinarle los recursos necesarios.
¿Qué a un espacio sólo pueden ir
unos/as cuantos/as? Evidente. Por eso no hay que ir a construir sólo centros
juveniles maravillosos y de diseño en
donde no entra ni un adolescente. A lo mejor con pequeños lugares
buscando marcos de gestión diversos (también existe) podríamos tener una red en
cada ciudad de espacios jóvenes que sirvieran de punto de encuentro, y
dinamizadores/as juveniles que potenciaran todo aquello que nos interesa
trasladar a las personas adolescentes.
Pero existe miedo, miedo a que
fumen porros en la puerta. Miedo a ver qué hacen dentro, a que los vecinos/as
protesten… Puede que sea la palabra que más define nuestra relación con los y
las adolescentes: miedo.
Y a estos lugares podrían ir
cuando quisieran, sin presión alguna sabiendo que allí va a encontrar un
ambiente amable y con sus iguales. Y claro, no podremos llegar a todos/as, salvo que de
repente se destinen presupuestos a esta historia y haya uno o varios centros en
cada barrio y con los y las profesionales oportunos, de aquellos/as que sienten
que es mejor estar cerca de sus destinarios/as que en un despacho todo el
tiempo.
Si seguimos haciendo cada uno las
cosas a nuestra bola conseguiremos lo mismo que hemos conseguido estos últimos cuarenta
años. Para algunos/as será suficiente, para mi es paupérrimo porque con sólo
coordinación se podrían conseguir muchas más cosas.
Pero antes que nada deberíamos
plantearnos qué queremos lograr. Al final parece que no hemos avanzado mucho
de lo de “mientras estén ahí no están
pegándole pedradas a los gatos”.
Pues nada, sigamos llenándoles la semana de actividades entre todos y todas
hasta que salgan saturados/as de adultos/as, de padres y madres, de profesionales,
de ONG´S y de administraciones públicas, si no lo están ya.
¿Y cuál sería para mí la fórmula,
dicha así de forma rápida y a modo de resumen?
-
Educadores/as sociales en todos los centros de secundaria
cuya misión no sólo fuera estar en su despacho esperando si viene alguien con
un problema sino estar en conexión con su entorno y con todo lo que se hace. Que
programara actuaciones en función de las necesidades detectadas por un órgano
de coordinación y que tuvieran tiempo efectivo (no sólo los recreos) para
conectar con el alumnado. Y si hay que trabajar por la tarde, se trabaja. Y,
por supuesto, empleando metodologías participativas.
-
Un órgano de coordinación municipal en donde
todas aquellas entidades e instituciones que trabajan con adolescentes pudieran
coordinar lo que se hace de forma trimestral, compartiendo proyectos que se
llevan a cabo.
-
Espacios jóvenes abiertos y diversos que sean un
lugar de encuentro para adolescentes de todo tipo. Centros juveniles que no
hace falta que sean de diseño ni tengan premios de arquitectura; con cuatro
paredes y wifi es suficiente para empezar y, por supuesto, con profesionales de
la dinamización juvenil cerca. Por cierto, no es necesario que les ofrezcamos
una retahíla de actividades diarias, lo importante es saber para qué hacemos
esas actividades y por qué, no las actividades en sí mismas. Lo principal,
crear vínculos con chicos y chicas sin entrometernos, que sepan que nos tienen
ahí y que nos preocupamos. Si no sabemos quiénes son y cuáles son sus
preocupaciones, dejando las nuestras a un lado, lo que hacemos no lo haremos
por ellos y ellas sino por nuestro trabajo, por nuestra institución, organización
o empresa.
-
Especial atención con adolescentes con diversa
problemática sin que eso suponga estigma alguno.
Hago esta reflexión como
autocrítica a todos/as para que nos paremos a pensar qué estamos haciendo y cuál es la mejor forma de intervenir sin
pisarnos, sin solaparnos y con la mirada
centrada en lo auténtico importante: chicos y chicas.
Creo que con un poco de sentido común y recursos sería suficiente.
Como siempre escribo al tirón y
esto es lo que ha salido y así lo publico. Espero que, al menos, sirva para
reflexionar y, si queréis, dejad vuestras impresiones.
Toda la razón del mundo, Juan. En mi barrio existen 5 programas destinados a adolescentes subvencionados entre Ayuntamiento y Junta y sólo sabemos del nuestro haciendo básicamente las mismas actuaciones todos. A veces creo que sólo valen para darnos trabajo y como mantenimiento de empresas y asociaciones. Un desastre. Como te dije hace tiempo este blog es un oasis en el desierto, hablando claro y a la vez dando propuestas. Desde Sevilla con cariño.
ResponderEliminarAntonio.
Gracias por tus palabras, Antonio. Pues sí, esa es una de las cuestiones y creo sinceramente que tendría una fácil solución, pero no hay manera. Saludos y espero que sigas pasando por aquí.
EliminarMe ha gustado mucho esta entrada, pero lo que expones sobre la coordinación es imposible. No porque no se pueda hacer sino porque un Concejal pisotea a otro, una asociación a otra,una empresa a otra y en realidad y en general (no siempre es así, seamos justos) lo que menos importa son los jóvenes. Lo veo todos los días en mi trabajo y es lamentable no poder hace nada. Saludos.
ResponderEliminarEstoy contigo, la charla es el método más absurdo que existe para emplearlo con adolescentes, pero cada vez que se inicia una actividad de sensibilización no se ocurre una cosa mejor que dar charlas.
ResponderEliminarAnder García.
Gracias, anónimo y Ander, por vuestros comentarios. Sí, es triste observar lo que dices cuando ves que están más pendientes de su cuota de salida en prensa que de otra cosa. No sé si es un signo de los tiempos o es directamente una lacra para la sociedad, pero no olvidemos que nadie les dice nada, ni pasa nada. Y sí, lo de las charlas ya es como aquel que si dio un coscorrón en la pared y cuando vio que le salia sangre lo mejor que se le ocurrió es seguir dándose porrazos en el mismo sitio a ver, si de esa forma, se le paraba la hemorragia. En fin, nosotros y nuestros despropósitos asumidos. Saludos a ambos.
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