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lunes, 5 de octubre de 2015

Dinamizar para participar, participar para dinamizar.


A continuación comparto el texto en el que basé mi intervención en el II Encuentro Intercomarcal de Jóvenes celebrado en Guía de Isora, Tenerife. La actuación, organizada por la empresa Bencomia y financiada por la Consejería Insular de Juventud, Educación e Igualdad del Cabildo de Tenerife, tenía como objetivos la formación de grupos de jóvenes de distintas comarcas en temas de dinamización así como  trabajar en sus ideas y que mediante la fórmula de presupuestos participativos ellos mismos distribuyeran los recursos económicos disponibles a los diversos proyectos ideados por los propios jóvenes con anterioridad y trabajados durante el fin de semana del 25 al 27 de septiembre de 2015. Sólo presenciar el proceso, ver participando de forma efectiva y dotando dinero público de forma consciente a un grupo de 40 jóvenes, ya es un lujo. Gracias a Bencomia y al Cabildo por dejarme disfrutarlo.


Participar: Tomar parte en algo.
Dinamizar: Imprimir rapidez e intensidad a un proceso.
(Primeras acepciones del significado de ambas palabras en el diccionario de la R.A.E.)
Tomar parte, intensidad y proceso, tres términos desde los que podríamos construir una fuerte base en los temas que tratamos en estos II Encuentros Intercomarcales.


Sobre las palabras.

Deberíamos primero hacer una aclaración sobre el uso que damos a estos vocablos y que ha contribuido a la confusión general y que las relacionemos con conceptos que nada tienen que ver con ellas. Dos ejemplos:

  1. Algunas administraciones ponen en marcha programas de dinamización juvenil y cuando observas el contenido y la metodología de los mismos compruebas que no son tal, sino una sucesión de actividades contratadas por parte de la administración y que en su mayoría son actuaciones relacionadas con el ocio y el tiempo libre, puntuales, sin conexión y careciendo de un proceso diseñado que cumplir, dónde la población joven no tiene papel alguno en su elección, planificación o evaluación de las mismas. No, eso no es dinamización.
  2. ¿Quién no ha oído o visto en múltiples ocasiones mensajes desde departamentos de juventud llamando a la participación en una excursión o en un taller de batuka? Seguramente, sería más apropiado utilizar “inscripción” o “asistencia”, pone cada cosa en lugar correcto.
Las palabras son importantes, lo que significan, lo que transmiten, el mensaje que dejan. Por ello, hay que cuidarlas.

¿Qué es primero, la dinamización o la participación?

Lo primero y más importante es que exista un grupo de jóvenes con intereses comunes y con ganas de intervenir en la comunidad en la que está inmerso (local, insular, región, país, internacional). Sin ellos, todo lo demás sobra.

Una vez que un grupo de jóvenes confluye con la intención de cubrir unas expectativas creadas (problema del barrio, reivindicación, ocio y disfrute del tiempo libre común, sensibilización sobre temas de interés social,…) ya han comenzado los dos procesos: la dinamización y la participación.

Podríamos hablar, entonces, que la participación es la forma  que tenemos para definirnos como personas y como grupo en el marco de un interés común.

La dinamización, por su parte, es todos los recursos, técnicas y estrategias que empleamos para que un proceso en el que intervienen personas pueda implementarse desde la acción.

Si haces dinamización sin que los supuestos dinamizados puedan participar en el desarrollo del proyecto, al final ni dinamizas el proyecto, ni a las  personas.

Si la participación no la dinamizas y no la conviertes en algo vivo, quedará para conversaciones abstractas o para utilizar la palabra como no se debería usar.

Cosas que llevamos en la mochila: lastres.

No sería justo por mi parte comenzar a escribir sobre este tema sin evaluar los lastres que llevamos en la mochila y que debemos conocer para que no se conviertan en un obstáculo en nuestro camino. Manifestar estas problemáticas también es parte del necesario análisis que debemos de hacer antes de comenzar cualquier iniciativa. Debemos de conocer aquello que nos pone trabas para transformarlo.

A continuación os detallo algunas de estas trabas y que, en mi opinión, sería necesaria su transformación.

  1. Ley de Asociaciones.
Nefasta ley aprobada en 2002 y que ha venido a cargarse la poca participación asociativa existente en nuestro país para convertirlo todo en un mercado. No desarrolló nada diferente de la franquista ley de asociaciones de 1964 y las modificaciones en 1977 y 1988. La misma estructura, casi la misma burocracia y en absoluto preocupada de fomentar la participación de los jóvenes.

El nivel de participación juvenil en asociaciones siempre ha sido bajo aunque se empeñaran en incluir en los estudios a las asociaciones deportivas para que subiera el nivel de pertenencia. Ahora, está en mínimos. Un detalle: la mayoría de las administraciones regionales y la estatal se han cargado de hecho a los Consejos de Juventud, representantes naturales de las asociaciones juveniles, pues bien ¿Habéis visto en este último año manifestaciones de jóvenes para protestar? ¿Alguien, además de los miembros de las propias estructuras, ha movido un dedo para que no pasara?

Es necesario un marco legal que proteja la participación de los jóvenes en aquello que les interesa con la menor burocracia posible y atendiendo a las nuevas realidades juveniles del país.

  1. Tradición inexistente en participación.
Hasta ahora, no hemos sido un pueblo participativo. Primero, porque no nos han dejado y después, nos hemos acostumbrado a eso de “que lo hagan ellos”. Nunca se ha promocionado un modelo participativo ni en la escuela, ni en la familia, ni en la empresa, ni en las instituciones. Es una mochila pesada y que hace, incluso, que gente vea mal que otra quiera participar en aquello que le incumbe.

Por fortuna y desde hace tiempo, en otros países se está trabajando en fórmulas de gobierno abierto y transparencia y está llegando a España, que se adapta a marchas forzadas a estas historias con Ayuntamientos que están actuando de forma seria sobre las fórmulas planteadas por este sistema: datos abiertos para todos sobre lo que se hace en lo público y presupuestos participativos. Sí, estamos aún en pañales,  pero es un buen comienzo.

  1. Modelos de dinamización juvenil agotados.
La gran velocidad de transformación en la sociedad y en la cultura no ha sido recogida de forma estructural por las administraciones en juventud.

Debemos revisar las fórmulas de atención a jóvenes, las edades con las que trabajamos, los territorios donde se mueven, el funcionamiento de las estructuras juveniles (Casas y Centros de Juventud), ser conscientes de que no se pueden hacer políticas sólo por edades sino que hay que saber que los jóvenes son diferentes y se encuentran en situaciones distintas. No todo vale para todos.

Desde hace tiempo hay muchas experiencias en administraciones locales y regionales en donde el concepto de acción y participación ha arraigado mucho desde la aparición del Libro Blanco sobre Juventud Europea publicado en el año 2002. Esta tendencia se vio reducida por la crisis económica, pero la apuesta continua. Es necesario que los jóvenes hablen, que los técnicos tengan voz y que los políticos escuchen para conformar nuevas formas y estructuras que den respuesta a la realidad juvenil y sus vías de dinamización social.

  1. Participación de sofá.
Todos esos lastres anteriores han conllevado a nuestra característica participación de sofá, de barra de bar o del banco del parque, siempre en sitios que no eran, porque cuando sí estábamos en el lugar adecuado para hacerlo, nos hemos callado.
Esto tiene su traslado en la actualidad a la participación del clic, del me gusta o de firmar una petición. No estoy diciendo que sea negativo, al contrario, pero sí pienso, sobre todo en el caso de los y las jóvenes, que me falta algo importante: la acción.

¿Y qué podemos hacer nosotros/as ante este panorama?

Volvamos a las palabras. Imprimir rapidez a un proceso conlleva acción, movimiento; dar intensidad a esa acción no se entiende sin motivación, sin ganas, sin remover los obstáculos que nos impiden hacerlo. Y si ese proceso se quiere hacer con plenas garantías tienen que tomar parte en él todas las personas interesadas, cada una con sus matices que, sin duda, enriquecerán nuestra idea.

Este debe ser el punto de partida y la base de de una nueva dinamización juvenil llevada a cabo por los propios jóvenes.

¿Es necesario organizarnos?

Hasta para ir a hacer compra al supermercado tienes que organizarte. Parece que huimos de la rigidez de palabras como estructura, organización, planificación. Sí, puede que sea más chula la improvisación, pero tranquilos, por muy planificada que esté una actividad siempre hay imprevistos que te dan la oportunidad de hacerlo. Organizar significa eso: reducir al máximo los imponderables que te pueden pasar y estar preparado lo mejor posible por si ocurren.

Para algunos, entre los que me incluyo, lo más bonito de esta historia es la planificación, el trabajo que previamente hay que hacer para que la idea se traslade a la realidad.

Sea a través de una asociación o por medio de un colectivo de personas no estructuradas legalmente, la situación es la misma: organizar y estructurar grupos de personas en función de un objetivo.

Cuando estamos en esta situación,  lo primero que se nos viene a la cabeza son distintas figuras: responsable, quien lleva las cuentas, el de los papeles, el activista, el de los ordenadores….

Debemos de ver el objetivo común como un equipo y no como un conjunto de compartimentos estanco que no se comunican entre sí. No se trata de repartir el bacalao sino de que cada uno aporte o pueda descubrir cuáles son sus potencialidades y explotarlas al máximo, como persona y para el equipo. Si alguno tiene buena capacidad de comunicación y expresión para “vender” nuestro producto, ha de ser el portavoz ante las instituciones y la comunidad, hecho que no tiene nada que ver con ser el responsable o líder del grupo.

¿Quién lidera la dinamización?

 En todos los grupos humanos es normal que exista la figura de líder del grupo. Es posible que para nosotros, por nuestra historia y tradición, la palabra líder tenga algunas connotaciones que no nos valen para el trabajo en grupo. El líder lidera pero no es el jefe de nada. Si un grupo asume como líder a una persona por sus características personales, éste, de forma inmediata debe de asumir algunas obligaciones que nadie le va a decir y posiblemente no vea en algunos manuales:

1.    Formación.

No sólo la suya, también la de todo el grupo. Ha de facilitar que todos los miembros crezcan a nivel particular con aquellas temáticas que más les interesan y que pueden, a su vez, ayudar al grupo a mejorar los proyectos y las intervenciones.

2.    Participación.

Debe de huir de su poder de referencia y propiciar que todos los integrantes del grupo sientan como suyo el proyecto a realizar. Si utiliza ese poder para imponer sus ideas, antes o después, se quedará sólo o con una corte de aduladores.

3.    Incorporación de personas al proyecto.

Es humano que nos dé cierto coraje cuando a un proyecto en marcha se suman otros jóvenes que se han interesado por nosotros. - ¡Ahora vienen estos a llevarse los méritos cuando todo el trabajo lo hemos hecho nosotros!- Hay que guardarse los egos, tanto personal como de grupo, para otros momentos y dejar vías a  la convivencia y a compartir experiencias que nos pueden enriquecer. Sumar es bueno y si el grupo quiere blindarse ante personas no deseadas y que puedan poner en peligro la buena armonía del mismo, sólo tiene que crear un código que tengan que cumplir los miembros, ya sea una organización estructurada o un grupo de jóvenes en torno a un proyecto.  Este código no es un catecismo, es una herramienta viva que se puede cambiar por decisión de todos y ha de tener un componente fundamentalmente ético.

Desde otra óptica, hemos estado acostumbrados en múltiples ocasiones a que las líneas  de dinamización y participación las liderara la administración pública, bien porque el departamento lo ha fijado como objetivo y se lo cree, bien porque el equipo técnico las ha impulsado en su municipio, aunque con poco apoyo político, escasos recursos y con mucha buena voluntad.

Y la Administración ¿qué papel juega?

En mi opinión, la administración en materia de Juventud no puede estimular la realización de actividades dónde se da todo hecho. Esa forma de hacer las cosas nunca puede ser dinamización ni contempla los necesarios niveles de participación. Son actividades de consumo que tienen su principio y su fin. No, no estamos diciendo que no se hagan sino, al menos, que no sea haga  solo eso.

Los Poderes Públicos tienen unas obligaciones, marcadas por diferentes leyes, normativas y acuerdos internacionales, para con la población joven. El tránsito que supone pasar de la niñez a la vida adulta, las transformaciones que se dan y los aprendizajes tienen una importancia capital en el desarrollo de las personas.

Por ello, su obligación es la de facilitar las condiciones para que esos pasos se puedan producir de la mejor manera posible. No significa que los cojas de la mano a los 13 años y los sueltes a los 30, es que hagas más transitable el camino.

Esa es su tarea, que ese camino para poder realizar tus iniciativas no se convierta en un calvario que acaba con la motivación del grupo más eufórico.

Nuevas formas de hacer dinamización desde la administración.

No es fácil adaptar la estructura y funcionamiento de una administración a las necesidades actuales de los y las jóvenes. Los secretarios e interventores de un Ayuntamiento no saben nada de procesos de dinamización juvenil, ellos saben de números y leyes y no entienden que se pueda dar dinero o ayudas en especie a un grupo de jóvenes si no son asociación. Si un grupo que está haciendo proyectos opta por constituirse como asociación, estupendo, pero se ha de tener en cuenta que otras personas no quieran estructurarse como tal. Como decíamos antes, en la actualidad el nivel de asociacionismo es bajísimo, buena prueba de que a los jóvenes no les atrae ese modelo. Y mientras no se crean los formatos adecuados, se deben de buscar fórmulas para que estos grupos de jóvenes puedan también recibir las prestaciones necesarias para llevar a cabo ese aprendizaje al que nos referíamos antes.

Se siguen, en general, manteniendo estructuras y formas de intervención que no están ajustadas a la diversidad del segmento de población juvenil. Continuamos viendo a los jóvenes como una franja de edad sin más y muchas veces estereotipados. Los jóvenes son diversos y diferenciada debe ser su atención.

Las administraciones, sobre todo las locales, deberían reflexionar sobre nuevos funcionamientos para sus centros juveniles, adaptándolos a nuevas necesidades y distintas realidades de cuando fueron concebidos.

No se trata de decir ahora que deberían convertirse en esto o lo otro sino de hacer una reflexión entre todos y buscar su máximo aprovechamiento.

Estas administraciones locales, tampoco deberían negarse a otras fórmulas de gestión de espacios que en la actualidad se encuentran desaprovechados (naves industriales, locales en desuso, espacios públicos…). Se trata, en definitiva, de elegir entre espacios formales ideados y pensados por adultos o de espacios sin su intromisión.

Todos estos nuevos o reciclados lugares deben de contribuir a la dinamización del tejido juvenil pero sin olvidar que el objetivo no es que los jóvenes constituyan una asociación, el fin es que los jóvenes participen, que trabajen sus fórmulas de implicación social y que la administración y sus profesionales tiendan los puentes necesarios para que sea posible.

Dinamizar desde nuestro grupo. Aprender a participar.

“Los profesionales que trabajan con jóvenes han de tener un compromiso en la potenciación de actividades que estimulen la sociabilidad, la grupalidad y el asociacionismo, que con frecuencia tendrá un carácter provisional e informal,  y no puede caer en la intromisión o en pretensiones moralizantes”. (Jaume Funes).

Estoy de acuerdo con el maestro Funes en estos cometidos que, entre otros, debería tener el  personal técnico de juventud, pero no siempre es así por distintas circunstancias que serían complejas y diferentes a la hora de analizarlas (políticas, económicas, formativas, personales, de motivación…).

Tanto si tenemos al profesional de juventud de nuestra parte como si no, nosotros y nosotras, como grupo, tenemos nuestra responsabilidad: somos nosotros/as quienes deciden si queremos o no  hacer algo, si seguimos esperando a que nos lo hagan todo o si queremos ponerlo en práctica a nuestra manera, construyendo nuestras propias ideas y proyectos, salgan bien o no. Esto también forma parte del aprendizaje del que hablábamos.

Para desgracia de lo comunitario no llevamos las metodologías participativas en los genes.

Y ahora, una mala noticia: participar cuesta. Muchas veces lo comparo con leer. Todos dicen que leer es un placer pero para llegar a sentir esa dicha, antes tenemos que practicar mucho, conocer el lenguaje, los estilos, las palabras, comprenderlas. La participación también exige su proceso, sus sinsabores, sus miserias. Pero ¡Ay amigos! Cuando te encuentras a gusto con un libro que te atrapa no existe nada más en el mundo que tú y la lectura. Estás deseando dejarlo todo para volver a ese refugio.

Encontrar esa sensación en la lectura no es fácil, es un aprendizaje. Todo es aprendizaje mientras vivimos y eso muchas veces significa que debemos eliminar cargas educativas instaladas en nuestro disco duro. Lastres como “que lo hagan ellos que para eso les pagamos”, “lo que tú decidas está bien”…en definitiva: dejar hacer.

Si tu opción es esa, adelante. Si lo que pretendes es convivir e interactuar con otros jóvenes, grupos o comunidades para realizarte como persona y como ciudadano y no como un mero consumidor de productos, lo que se plantea aquí puede ser una buena opción.

Si decides, por tanto, incorporarte a un grupo de personas que pretenden llevar a cabo una tarea común, es el primer paso para asumir que es necesario organizarse  y aprender en la práctica durante el trayecto a qué denominamos participación.

Al principio lo podrás hacer - unirte a un grupo- por múltiples causas: por iniciativa propia, por amistad,  por compartir con otros jóvenes, porque te interesa la temática que se trata, porque te gustan las actividades que se hacen. Todas legítimas. Más tarde jugarás tu propio rol y podrás meterte en el ajo a tope porque te gusta ese rollo o te mantendrás a distancia y sólo participarás de las actividades y reuniones cuando te convenga. No os debéis olvidar que aquí no hay responsabilidades si uno antes no las ha aceptado. Cada uno debe tener el papel que quiera dentro del grupo y asumir otros cuando esté dispuesto. No estamos hablando de una cárcel sino de algo abierto, donde podamos crecer como personas y, a la vez, divertirnos.

Y para hacerlo divertido tenemos que ser ágiles. Es en este periodo de ciclo vital cuando la acción ha de estar más presente que nunca. Necesitamos movimiento, que no nos paren ni la burocracia ni la política en nuestras pretensiones, hacer, hacer, hacer.

Pero de forma paralela al movimiento hemos de aprender a reflexionar. Esa reflexión de cómo planificar mejor, qué queremos  conseguir, por qué hacemos lo que hacemos, a quiénes dirigimos lo que hacemos ¿a nosotros/as mismos, a nuestra comunidad, a tratar un tema que nos interesa?

En ese periodo de reflexión es cuando nace la participación y ahí es importante que tengamos varias cosas claras:

-      Crear el ambiente adecuado para que quien quiera expresarse pueda hacerlo.
-      Respetar las opiniones de todas las personas.
-      Que alguien se encargue de “ordenar” el debate y no copiar el modelo “sálvame” de “a ver quien chilla más”.
-      Tomar decisiones que nos hagan avanzar. Una vez que todo el que ha querido ha podido manifestar su opinión sobre un tema hay que decidir, si es por consenso, mejor, pero si no es así no pasa nada. He visto muchos buenos grupos en la estacada por dejar decisiones para la  próxima reunión.
-      Hablar todos de un solo tema y hasta que no se toma una decisión sobre él, no se habla del siguiente.

¿Y si sale mal? Pues nada, se ve en lo que nos hemos equivocado y hacia adelante. No os preocupéis, os garantizo que muchas decisiones que toméis saldrán mal, pero aprenderéis ¿no era eso lo importante?

A partir de aquí iréis creciendo y no estaría de más que no os convirtáis en una secta. Abrir las puertas mentales y dejar que corra el aire. Si el técnico/a de juventud os echa un cable, mejor, si tenéis apoyo del Ayuntamiento fantástico, si otra gente se interesa por lo que hacéis, explicarlo sin complejos.

A menudo, algunos grupos organizados, caen en la tentación de encerrarse en sí mismos y creer que cuanto más tiempo estén entre las cuatro paredes del local (si se tiene) mejor. Eso es una condena. Un grupo es relación,  sociabilidad,  compartir,  estar inmerso en una comunidad,  defender tu punto de vista, es amistad, descubrir cosas que te gustan, decir tu opinión sin miedo, proponer, ACTUAR.

Para que la dinamización juvenil tenga efecto es necesaria la acción sí, pero organizada por sus propios protagonistas, con el formato que estimen conveniente. De un colectivo sin organización a convertirse en el ejército de Pancho Villa, hay un paso pequeño.

Los territorios han cambiado.

¿Y dónde pasa todo esto? Hasta no hace mucho hablábamos de territorios juveniles cuando nos referíamos a lugares concretos en donde estaban los y las jóvenes: Institutos, Universidad, vía pública, bares y discotecas, locales diversos, sedes de colectivos.

Los expertos en los 90, una vez pasada la primera fiebre de los años 80, nos decían que había que ir dónde estaban los y las jóvenes y no montar locales y centros esperando que les gustaran y vinieran en masa.

En este pequeño embrollo de si hay que ir dónde está la población joven o que vengan a nosotros seguimos, pero ahora se ha añadido un territorio más que entonces desconocían aquellos expertos: internet.

Ahora, también están en espacios virtuales que todavía no entendemos del todo y no sabemos para donde pueden girar. Lo primero que tenemos que entender es que internet no es una herramienta, ni un instrumento, es una época y a nosotros nos ha tocado comenzar en ella, descubrirla y aceptarla: ha venido a quedarse y presumo que lo va a marcar todo.
Por tanto, debemos aprender de ella y aprovecharnos de lo que nos da para nuestra causa: dinamizar participando.

Estamos en ello. La administración, las organizaciones, los colectivos, los profesionales y los y las jóvenes estamos en ello. Nos abrimos perfiles, damos información sobre nuestras actividades, las utilizamos como altavoz de lo que hacemos o para difundir aquello que vemos interesante. Los más jóvenes, todavía siguen relacionando, en su mayoría, internet con ocio.

Y puede ser mucho más que eso. Por las redes sociales y otras aplicaciones que nos ofrece el medio, podemos reunirnos viéndonos las caras, trabajar un mismo documento en grupo y a distancia, procedimientos para votar un tema desde un ordenador, hacer proyección audiovisual y escrita de nuestras propias experiencias a través de canales de vídeo y blog.

Además, con una orografía como la de Tenerife se convierte en casi una necesidad sacarle el mayor partido posible para que la comunicación no solo dependa del transporte.

Reflexión final.

Y como la reflexión es personal os voy a dejar mi propia experiencia en estas últimas líneas.
Desde joven he estado involucrado en asociaciones, Consejos de Juventud, ONG´s de Cooperación Internacional…y no tuve conciencia de que estaba participando hasta que me formé en el tema. No hace falta hacer un grado universitario para saber, solo leer.

Ese tránsito lo veo como una de las mejores etapas de mi vida. Aprendí de aquellos que parecían saberlo todo, de los que no tenían ni idea,  cómo funcionaba la administración, de la manera en que se relacionan las personas, aprendí hasta de derecho con la dichosa legislación asociativa.

Fue tan importante esa etapa que al final todo eso: asociaciones, grupos, jóvenes,… lo convertí en mi profesión. Vivo de ello, disfruto, a veces te topas contra muros infranqueables, pero sigue existiendo una cosa que me compensa: ver gente joven o grupos de jóvenes con ganas de comerse el mundo, de organizarse, de querer cambiar lo que no le gusta, de aprender de sí mismos y de su entorno, de conocer otras realidades.




7 comentarios:

  1. Un buen montón de ideas para trabajar, lo que más me gusta es en la insistencia en dialogar para la puesta en común entre todos los agentes. Enhorabuena.

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  2. Buena reflexión, Juan. A ver si viene algún político con cabeza y nos pone a trabajar con sentido que ya va siendo hora.

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  3. Gracias a los dos por vuestros comentarios. Fijaros qué poco pedimos ya, sólo trabajar con sentido.

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  4. Si le doy este documento a mi Concejal me lo tira a la cara diciendome que el no sabe ruso. No entenderia ni las definiciones. A mi, si me ha gustado y bajo cuerda, lo intento.

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  5. Menos mal que en todos los lugares la situación no es la misma sino sería para cerrar el Kiosko. Hay que exigirles más a las formaciones políticas y que, al menos, envíen a los departamentos gente que quiera aprender y dejarse asesorar. Lo que más rabia me da es eso, que sin tener ni puta idea quieran imponer sus criterios ¿Te imaginas en otros departamentos que pasara lo mismo? Pues sí, pasa. Lamentable. Ánimo y aquí siempre tendrás un espacio para decir tu opinión.

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  6. Gracias por compartir tu trabajo. ¿Lo puedo pasar a mis compañeros/as?

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  7. Claro Adolfo, lo único, ya sabes, citar la procedencia. Saludos.

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